Por el aire viajan unas ondas maquiavélicas, ondas que un día están del lado del ying y el otro del lado del yang. Ondas persuasivas. La persuasión es un arma poderosa, de las ondas más potentes de todas. La persuasión puede resultar tan poderosa como la adicción a la marihuana. Tan irresistible como un dulce. A veces personas la usan por necesidad, por hacer daño, por envenenar con ideas falsas y nefastas a un enemigo, para engañar o simplemente por inocencia e ingenuidad. Cuando uno es víctima de esto, a veces parece que llega al Olimpo, está en las nubes, en un mundo de caramelo con ositos cariñositos y de gomita. Bueno, solo si el objetivo del que lo persuadió era hacerle bien. Si era hacerle bien pero sin ver la secuela, uno se siente engañado, ultrajado y parece que cometió el error de su vida. Las ondas de persuasión se esfuman de su cerebro y se van lejos muy lejos, para no volver jamás y convertirlo en un completo paranoíco. Ya si de plano el objetivo de la onda persuasiva era demasiado malo, dan ganas de darse un tiro...
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