Hace millones de años, cuerpos celestes iniciaron un recorrido que nunca acabará. Poco a poco pasaron los milenios y se fueron acomodando en varias "estaciones". Otros siguieron el curso como nómadas entre montañas y pastizales. La luz de su trayecto viajó a millones de kilómetros hasta topar en otros cuerpos que lograron crear vida encima de ellos. Los seres vivientes de esos planeta se asombran de la belleza de su brillo, inspiran historias y aventuras románticas. Lo que en realidad ven es un punto aleatorio del recorrido de la estrella, cuando ven ese punto, la estrella ya está en otro. Tendrían que pasar otros millones de años para saber el punto exacto de la estrella en el momento en que los seres vivientes observaron su otro punto del recorrido. Cuando uno de esos seres por fin les dijo ese pequño detalle, se corrió a investigar, era cierto. Hoy en día astrónomos se encuentran monitoreando cada movimiento exacto del cuerpo celeste en cuestión.
Un día, un hombre se hallaba paseando por el espacio en su coche, una cheve y el radio en una estación intergaláctica. La Tierra era ya inhabitable y la humanidad entera estaba desparramada en estaciones espaciales y los más pudientes en la Luna. El cuate decidió quedarse parado sobre los anillos de Júpiter. Presionó un botón de la computadora del carro, la televisión se prendió holográficamente en su parabrisas. La sintonizó en el canal de la NASA. A esa hora estaba el STAR SHOW, en vivo y en directo desde el cinturón de Orión. Bueno, desde la proyección que había dejado el cinturón hacía milenios. El tipo sacó sus palomitas. Vió todo el programa. Decidió arrancar el coche y activar la velocidad de la luz. Finalmente el hombre, ya bastante anciano, llegó a la estrella más cercanan al Sistema Solar. Posó su vehículo encima de una. Al día siguiente, llegó a la galaxia de Andrómeda ya muerto. Antes de morir se preguntó que sería del humano o algunas especies si pudieran ir tan rápido como las estrellas...
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The Plateaux of Mirrors - Brian Eno & Harold Budd
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