Era un chavo cualquiera en la colonia Roma. Eso sí, feliz, mis papás eran lo máximo. Éramos 10 hermanos y mi padre se rompía la espalda para tenernos a todos felices y darnos su cariño. Y a mí me dió más porque era el pilón, el más chico de la decena. En navidad mi patín del diablo y mi conejo llegaron y puta, a cada rato salía a pasear al conejo. A cada rato me caía del patín, pero al conejo no le pasaba nada, yo, regresaba raspado a mi casa y mi madre me daba una regañiza como el padre Benito cuando hacía travesuras en el catecismo.
Enfrente, vivía una niña que a cada rato hacía desmanes en su casa y sus padres ni la aguantaban. Ellos estaban todo el día fuera, trabajando y trantando de esquivarla, nunca le hacían un cariño, o de perdida una palmadita en la espalda, nada. La niña, enfundada de coraje, destruía todo lo que los demás teníamos, quemaba cosas, pellizcaba, daba golpes. Un día, se hizo un partido de la liga llanera. Mi padre jugaba con los Gladiadores de la Roma. Ese día, uno de sus compañeros le pegó fuertísimo que la pelota llegó precisamente a las casas, la cancha estaba como a 500 metros de la casas. Era la única pelota. La niña sale de su casa y pregunta que si querían la pelota. Con una sonrisa macabra la poncha.
Un día mi conejo se salió y me dio un miedo horrible, me puse blanco. Que tal si la mocosa esa se lo encuentra, lo despelleja y lo hace caldo al pobre. Dicho y hecho. No lo podía creer. Me enojé tanto que fuí y le puse una tundiza a la mocosa, me valió madre que yo tuviera 14 años y ella solo 8 y que fuera mujer. La cabrona me puso resistencia, me cortó dos veces en la pierna, pero la dejé bien sarandeada.
Ya de adolescentes seguía la mata dando, de hecho se hizo asesina, apuñalaba por dinero, sus padres ya la habían abandonado, no tenía remedio. Además, se drogaba, no había un día que toda la colonia apestara a marihuana. Trató de amar, pero como ni siquiera se amaba a sí misma, nunca pudo llegar a algo. Tenía tanto rencor en su mente, que no había manera de socializar con ella. Cuando uno iba a misa nos arrancaba los rosarios que nos daba el padre Benito, los quemaba enfrente y decía que qué le iba a hacer el disque dios todopoderoso y misericordioso.
Llegó 1968 y el mitin del 2 de octubre, ahí estaba yo del lado contrario tratando de hacer que mis compañeros no se exacerbaran. Lo hicieron, a pesar de que fuera pacífico. Cayó la bengala. Un imbécil del escuadrón Olimpia casi se cae del techo, dispara por accidente y mata a un soldado. Pensando que fueron nosotros, nos empiezan a disparar. Corrí hecho un torpedo nuclear y ya cuando casi esquivaba el cordón ví como ella les gritaba a los soldados. Orale hijos de su puta madre peguenme un tiro putos, chupapitos de la represión. Aunque nadie lo crea, los soldados se contubieron, pero uno llegó por Detroit y la apuñaló con la bayoneta.
Me escondí un poco, corrí y la saqué de ahí esquivando el cordón de seguridad, estaba pesadita, pero aún así me la pude llevar a la Cruz Roja. Me valió lo que me hizo, era un ser humano que necesitaba algo de apoyo, merecía vivir. De hecho mientras llegábamos a la Cruz Roja, me preguntó porque lo había hecho. Solo le dije que guardara fuerzas. La atendieron bien, era una herida profunda, pero lo logró. Un milagro de la Virgencita.
Hoy, ella es mi esposa...
Canción del blog
Soy Rebelde - Jeanette