Las armas curiosamente siempre han sido parte de mi vida... Aquí en Moscú fuí parte de las juventudes rojas y dí mi brinco al ejército rojo, donde fuí ascendiendo poco a poco hasta ganar mi pistola de mando, una preciosa Beretta de alto calibre. Era el día a día de estar mejor armado para una eventual guerra con los Americanos o alguna escapada de nuestros aliados del Pacto de Varsovia.
Como decía tenía muchas armas, aparte de la Beretta, tenía un rifle Remington y mi preferida y hecha en casa, una AK-47. Ese rifle de asalto era mi favorito. Un día en la invasión a Afganistán tenía sed de sangre y le disparé a lo que se moviera con el AK... Maté a muchos niños, abuelos e inocentes que no tenían nada que ver... No me importó, eran unos cerdos que merecían morir, árabes enfermos y desquiciados. Se resistían a los supremos mandos de Marx, Lenin y Stalin.
Con ese mismo rifle dejé herido a Osama, pero el maldito se escapó, incluso recibión apoyo del Oeste unos meses después de nuestra invasión. Gracias a esos putos tuvimos que volver a Moscú sin coleccionar nuestro último país que terminara con Tán. Yo decía que las armas eran quienes hacían al mundo, lo movían, porque se podían eliminar obstáculos y además, el dinero que dejaba movía al mundo... Si lo acepto, una parte oscura de mi era capitalista, pero desde niño me inculcaron a venerar a la hoz y al martillo, al trabajo duro y seguro.
Mi arma me protegía de quien me lo quisiera quitar... Si, en la Rusia Comunista también había crímenes, que creían. Todo estaba perfecto, hasta que llegó Gorbachov. Nos fuímos a la ruina, la gloria comunista se esfumó. Me tacharon de elemento violento en el ejército y me desterraron de él. Cuando se anunció la caída del muro de Berlín casi me doy un tiro... Y tuve ganas de darle a Yeltsin cuando se oficializó la desaparición de la URSS. Tire dos balazos a quienes no traian una hoz y un martillo como bandera y me echaron a la cárcel.
El día que mis armas me fueron despojadas, una paloma blanca pasó por encima de mí. La gente se alegró de que me fuera a podrir a la cárcel. Actualmente sigo ahí y por fin mis ojos abrieron y vieron lo que significa la paz y la libertad, sin una hoz o un martillo arriba de nosotros. De no decir con furia "el OESTE", todos somos hermanos, y como hermanos debemos estar siempre unidos, no tirándonos a ver quien cae primero para quedarnos con lo suyo y obligarlo a aceptar nuestras ideas.
Estos años en la cárcel, me he echado a llorar y pensar que hubiera sido de esos niños afganos que asesiné. Podría ser que tan solo uno se hubiera convertido en alguien importante, pero los demás, sí, estuvieran sufriendo la guerrilla Talibán y los atropellos americanos, pero de perdida, estarían pisando la tierra y disfrutando un poco lo que es la misma vida...
Canción del post
Farewell to arms - Emerson, Lake & Palmer
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