No es exactamente un misterio, nunca tuvo nada que ocultar. Vivía yo en un condominio en San Diego, que bella ciudad, con una vista al mar del Océano Pacífico. Todavía no estaba el estadio de beisbol en el centro. Llegué ese primer día de vivir ahí con el ánimo en las nubes, agarré mi cámara y tomé fotos como loco de lo que alcanzaba a ver del puerto. Me dieron ganas de salir a comer a uno de esos famosos y deliciosos restaurantes del centro. En eso iba subiendo ella. Su mirada era de un horror a todo, que bruto. Solo me dijo apresuradamente buenas tardes y se metió a su depa, con un montón de maletas sin tag de viaje. Sospechoso...
En fin, fuí a comer a un restaurante italiano delicioso, con una copita de vino tinto. Más tarde tomé el trolley hacia Santee, un pueblo pacífico, tenía que comprar unos libros en Barnes & Noble. Regresé como a las 8 de la noche. Abrí el depa y luego abrí la puerta del balcón, iba a tomarle fotos a la luna cuando en el balcón vecino estaba ella, con la cabeza baja y recargada en la pared. Como que sintió la presencia de uno y volteó. Solamente me dijo hola con una voz muy tenue. Yo me quedé de a seis.
Si hay algo en que pueda ayudarle señorita, soy psicólogo. Me dijo gracias pero no, bienvenido al edificio, disfrute su estancia y se metió a su depa. Hm, me dejó pensando bastante. La mañana siguiente me la topé frente a frente, unos preciosos ojos, pero de un tristízima expresión. Rápidamente se safó de mí y se fue corriendo por la escalera. De repente otro vecino salió y me dijo que así era con todo mundo, no decía nada, no hacía nada, nadie sabía dónde trabajaba, ni siquiera sabían su nombre.
Todo el día me quedé leyendo uno de los libros que compré. En la noche suena el timbre del depa. Era ella. ¿Puedo pasar? Eh... Si, claro que puede señorita... Dígame, ¿cuál es su problema? Amor... nunca lo he tenido, mi infancia fue de terror, mi adolescencia ni se diga. No confío en nadie, pero de alguna manera, aunque sea nuevo en el edificio usted parece ser confiable. Me lo dice su expresión. Hm, aprendió a leer los rasgos faciales. Si, mi paranoia lo hizo todo.
En fin, estuve diagnosticándola toda la noche, su mente era increíblemente compleja. Salió de mi depa a las tres de la mañana y me dio las gracias. A la mañana siguiente, su cambio fue increíble. Me esbozó una sonrisa. Pero sus ojos seguían tristes, sin chispa. Eso si ya no lo pude arreglar. Porque partió a otro lugar, y después simplemente perdió los deseos de vivir y se suicidó. Eso sí, puedo ser el único ser que la hizo reír por lo menos una única vez.
Canción del post
El muchacho de los ojos tristes - Jeanette
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