Un poco de estimulación auditiva

lunes, 6 de abril de 2009

El informante

Salir de mi casa rumbo al trabajo o a cualquier lado siempre es una labor titánica. Sí porque siempre que salgo ahí está el informante. Como si hiciera cosas en contra de la humanidad, siempre informando al FBI, a la CIA, a la AFI, a la SIEDO, a Scotland Yard acerca de cada uno de mis movimientos, que si respiraba, que si me echaba un pedo, que si me cortaba una uña, que si escupía, que si me caía un rayo en el viejo Mustang 65 cuando llovía, etcétera... Siempre, ahí estaba siempre, siguiéndome con lupa.

Un dia salí a jugar futbol, como de costumbre, al Romero Manzo, participaba en un equipo de la liga local. Me levanté y el informante ya estba lavándose los dientes listo para irse él también a jugar el desgraciado, con el mismo uniforme y número que yo. Llegando al Romero Manzo, se bajaba muy ufano, pavoneandose. Fue en dirección a mis compañeros de equipo, y empezó a registrar cada uno de sus movimientos...

-¡¡Ya déjalos en paz cabrón!!
-¿Pitufo, a quien le hablas?
-Al informante.
-¿Cuál informante? Yo no veo más que una camisa vieja del Milán flotando en el aire
-Ah, menos mal que nomás ves una camisa vieja del Milán flotando en el aire.

Sí, el informante podía adquirir cualquier forma, cualquier color, cualquier olor, hasta sabor. De hecho, al árbitro se le había olvidado el silbato y el informante se transformó en silbato, aprovechando que siempre se queda colgando del cuello del arbitro, y vigilar todos mis movimientos. Incluso hasta la hizo de asistente arbitral, hasta eso que no me hizo sufrir ese dia, al contrario, nos ayudó a ganar, le dijo al árbitro que fulano de tal se dejó caer y en efecto se había dejado caer, y le sacó tarjeta amarilla. Una mano nuestra en el área que no había sido penal, sale al rescate el informante y mole, no nos marcaron penal, genial...

Al termino del juego, el árbitro le dio un beso al silbato, lo dejó en la mesita del vestidor y el informante se transformó de nuevo en la vieja camiseta, al verme, me empezó a torcer la manga como diciendo lero lero, que tonto, ¿lero lero de qué? Si por fin había hecho algo bueno y no hacerme sufrir a mí... Había tomado unas hojas de las cédulas arbitrales para redactar su informe del "Pitufo" Rodriguez, el Garrincha del Romero Manzo, iji ñor, ese soy yo. Terminando, se convirtió en el Enterprise y a la velocidad de la luz repartió su informe a la FBI y a la CIA...

Al llegar al carro se convirtió en el mismo tipo regordete de siempre, con sombrero y gabardina caqui. Y al llegar de regreso a casa se transformó en el mismo tipo fastidioso de siempre, que me vigila hasta cuando me hecho un pedo, me saco un moco, devoro una hamburguesa, se me cae una mirusa de pan, una gota de cerveza, una palomita, que si estoy estreñido, en fin... Esquivar al informante es una labor titánica, es imposible...

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